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BAJANDO BARRERAS

22:12

 


Su ropa volvía a estar desperdigada por todo el suelo de su apartamento. Había decido no quedarse pero la fuerte ventisca que ocurría en el exterior le impedía marcharse. Había roto todas sus reglas. Ahora, estaba desnuda, fumándose un cigarrillo mientras sus ojos recorrían el cielo, ansiando que parase ya.  

—Pronto parará Lucy —Había dicho George, tumbado desde la cama, inocente. Pero ella no estaba segura, había tomado el teléfono y había revisado la aplicación del clima. La tormenta duraría. Si no fuera porque George había pasado llave al departamento ella hubiera salido corriendo. Todo con tal de no implicarse demasiado, de no sentir. Pero ya era demasiado tarde, lo sabía.

Se sumió de nuevo en sus pensamientos con respecto a él. Parecía verdaderamente interesando en ella pero ya se había equivocado demasiado en el pasado, ¿Y si esta vez no era diferente?. Lo miró. Estaba acostado boca abajo leyendo un libro. Lucy podía decir que esa era una de las cosas que más le gustaban de él pero había tantas que era imposible describir. Sus ojos marrones, sus labios gruesos, la cual ya se sabía a la perfección y que en más de una ocasión le habían hecho temblar sin siquiera besarse, de sus manos, jóvenes y poco precavidas, pero también su refugió. Pero eran los gestos lo que le habían derretido el corazón, aquellos gestos de los que ella estaba segura nadie más podría ver de semejante manera.

La mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta.

Sin embargo, también era perfectamente consciente de que resultaba extremadamente atractivo con una facilidad que incluso en más de una ocasión le había resultado irritante. No, no eran celos, sino el sentirse débil ante aquello, como si no pudiera evitar caer como otras tantas lo habían hecho antes, como una más.

Sabía que estaba jugando con fuego y no podía evitar sentirse aterrada.

El corazón de Lucy tembló. Miró al alrededor. Estaba atrapada. No había escapatoria. Él había conseguido derrumbar cada muro, cada columna. Una última estocada y Lucy se hundiría.

—Ven conmigo, déjame leerte a Bukowski —le dijo, haciéndole un hueco en la cama.

Lucy se acercó temblorosa, el corazón latiéndole a mil hora. El último muro, aquel que  tanto le había costado armar, se había derrumbado.

Se recostó a su lado. Aquel olor que conocía tan bien inundo su olfato. Menta. Inspiro, acercándose más a él. Él, en un movimiento ágil y rápido, se colocó encima de ella. Lucy gimió, sorprendiéndose nuevamente por lo que él le hacía sentir.

—Te quiero. —Aquellas palabras que sólo había pensado salieron de su boca, casi inaudible. Respiró. No había vuelta atrás.  

—Yo… yo… —Pero no acabó la frase. Había dejado de llover y Lucy se había vestido con una rapidez increíble.

Volvería a los chicos que no duelen pero que tampoco la harían temblar.


“El arte y el amor son lo mismo: es el proceso de verse en cosas que no son ustedes.”

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