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EN GUERRA POR MI PAZ

16:29






Las almas rotas,

las heridas abiertas,

los horizontes escondidos...

Parezco estar en una deuda constante con la vida y, sin poder evitarlo, siento que debo intentar arreglar todo lo estropeado que descubro a mi paso. Encuentro la inspiración en los malos momentos, la belleza en lo incompleto y la simplicidad en lo jodidamente complicado. Me gusta ser luz en la terrible oscuridad de las personas incapaces de ver más allá del muro. Me gusta ser refugio seguro del animal herido que se ha perdido hasta a sí mismo. Me gusta ser el cicatrizante de las heridas que se recuerdan aunque, tras mucho tiempo, no duelan.

Y es que creo que bailar cara a cara con los pedazos de mi alma me ha hecho entender, por fin, la necesidad de la soledad y la importancia de la compañía. Poco a poco, al compás de una lenta melodía, he comprendido que lo más difícil de mi baile ha sido perdonar a mis pedazos, aceptar a mis ruinas y enamorarme de mis grietas. He comprendido que hay bailes que no sabes que debes tener hasta que te topas con una persona que te los muestra. Y he comprendido que una vez conoces el baile, debes enredarte con la música en tu más íntima soledad, debes dar un paso al frente y sacar a tu alma a bailar, debes por fin perder el miedo a que te vaya a pisar.

Tras mi coreografía descubrí que me había fascinado la sencillez que caracterizaba a aquel momento tan enrevesado. Había quedado encandilada con la paz interior que desprendía algo tan necesario como el (auto-) perdón. Me había enamorado del habitáculo de mis demonios y de la maravillosa sensación que me invadía cada vez que sentía que comenzaba a aprender a convivir con ellos. Porque sé que durante mucho tiempo sentí la necesidad de echarlos, siempre cegada por la ignorancia del que se desconoce a sí mismo y no quiere completar la ardua tarea de hacerlo.

Así que ahora que por fin he encontrado la paz en el infierno, he terminado siendo amante de las llamas. Amante de las ruinas, de las heridas, de los horizontes. Ahora que por fin me siento Ángela Vicario, dueña de mi propio destino, sin tormentas del pasado que apaguen mi fuego, me gusta ser calor en el corazón que late rodeado de frío. Me gusta ser la hoguera que ilumina el campamento de los incomprendidos. Me gusta sentir que este es el glorioso precio que quiero pagarle a la vida por haberme enseñado a firmar la paz.

Conmigo misma.

En mi propia guerra.

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Hace mucho había decidido dejar de compartir escritos en mi blog que no fueran de mi autoria. Esto debido a que muchas personas se confundían y no quiero plagiar el trabajo de alguien.

Sin embargo, me encontré este escrito por casualidad, y aunque desconozco de su autor, cuando algo duele y te sientes tan identificado con ello hay que expresarlo.













“El arte y el amor son lo mismo: es el proceso de verse en cosas que no son ustedes.”

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